“Ma, ¿cómo está pegada la piel al cuerpo?”

Desde niña tuve una curiosidad bastante “pegajosa”: esa pregunta inocente fue la chispa que encendió mi pasión por entender cómo nos movemos y funcionamos por dentro.
Esa curiosidad me acompañó siempre y marcó el comienzo de mi camino dedicado al estudio y la exploración del cuerpo humano.

Yo quería saberlo todo, pero…

Empecé estudiando medicina con la intención de entender a fondo el cuerpo humano. Quería saberlo todo. Pero había mucha teoría, mucha cabeza… y muy poco cuerpo.

Entonces me pasé a fisioterapia, convencida de que por fin iba a poder unir profesión y pasión: el cuerpo en movimiento. Pero algo seguía haciéndome ruido. Estudiábamos el cuerpo para acompañar a otras personas… la mayor parte del tiempo sentados, leyendo o mirando imágenes. Como si el movimiento pudiera aprenderse sin moverse.

Por fin, cuerpo

Un punto de inflexión fue un taller de sensopercepción que se dio en la universidad. El aula no tenía bancos, ni apuntes, ni proyector. Solo espacio. Cuerpos presentes. Silencio. Respiración. Contacto.

Ahí entendí que no se trataba solo de aprender sobre el cuerpo, sino desde el cuerpo. Que moverse, sentir, tocar y ser tocada era una vía poderosa para comprender y acompañar. Ese taller no solo transformó mi forma de aprender —también cambió mi forma de enseñar.

¡Qué empiece el baile!  

Tras años de formación y exploración en técnicas somáticas como Body-Mind Centering®, Feldenkrais, Eutonía, danza contemporánea, Pilates y otras, sentí la necesidad de compartir una forma de entender el cuerpo más viva, directa y compartida. Así nació la Escuela Somática: un espacio donde el cuerpo es protagonista, el aprendizaje es dinámico y todos —sin importar el rol— somos a la vez educadores y educados.

Desde esa base, y a partir de la experiencia acumulada, fui dando forma a BioMovement: un enfoque terapéutico y educativo que integra ciencia, experiencia corporal y movimiento para acompañar procesos reales de transformación.