¿En qué momento nos desconectamos del cuerpo?

Desde niños nos movemos para explorar el mundo y conocerlo a través de nuestros sentidos.

En edades tempranas percibimos nuestro cuerpo como parte del entorno. Un niño pequeño no se siente superior ni inferior a otros seres de la naturaleza. Para él, todo forma parte de un mundo por explorar y conocer, y todo lo que le rodea enriquece su experiencia de vida.

 

En la medida que avanzamos hacia la edad adulta  empezamos a sentirnos como una unidad separada del resto. Desarrollamos un estado de alerta,  manteniendo la idea de que hay un peligro afuera y que debemos protegernos del entorno.

 

Por ejemplo:
Solemos tener pensamientos como:

“otras personas pueden lastimarme”,

“un virus puede matarme”,

“el clima está frío y voy enfermar”.

Con esta misma lógica buscamos la solución a nuestros problemas fuera de nosotros mismos: técnicas, terapias, ideales, religiones, etc. y volcamos mucha o toda la responsabilidad en médicos, sacerdotes, curanderos, terapeutas y hasta líderes políticos.

Un ejemplo cotidiano...

Ante una dolor muscular tenemos dos opciones:

  1. ser p-acientes
  2. ser h-acientes
  • En la primera opción el resultado posiblemente sea el que buscamos: aliviar el dolor. Pero es muy probable que el dolor vuelva, porque no hemos integrado el cambio a partir de un proceso de aprendizaje. 
  • En la segunda opción, es decir, siendo participantes activos en la solución, el terapeuta cumple la función de acompañar, pero nosotros asumimos nuestra responsabilidad, tomamos el control de nuestra salud y generamos nuevos recursos.  Con el tiempo, es muy probable que el dolor no vuelva. De lo contrario, sabremos qué hacer….

Resignificando el proceso terapeútico

Bonnie BainBrigde Cohen expresa este punto con una bonita metáfora: “El cuerpo es como la arena, la mente es como el viento, si quieres saber cómo sopla el viento, mira la arena”.

 

Para promover el autocuidado…

  • El primer paso es saber que los procesos terapeúticos son inherentes al aprendizaje. 
  • El segundo paso es asumir que los procesos de aprendizaje y cambio nunca son lineales, sino que tienen etapas de evolución e involución.
  • El tercer paso es comprender que en educación somática nuestro cuerpo es una unidad. 
Carrito de compra
Scroll al inicio
×

¡Hola!
¿En qué puedo ayudarte?
Haz clic para chatear conmigo por WhatsApp.

×